Por fin se acaba el estatut (o no)
Los días van que vuelan, y en menos de una semana zanjaremos -o no- el largo y tedioso tema del Estatut. Para hacer un poco de memoria, recordemos que este rollo viene de tres años ha, cuando hubo elecciones en la costa mediterránea y salió vencedor -tras varias negociaciones- lo que mi querida COPE llamó la "reconstrucción del Frente Popular".
Tres años, tres, han sido necesarios para redactar un documento que sustituye al anterior, aprobado 27 años atrás. Como dato, si esta costumbre se repite, dedicaremos el 12 % del esfuerzo parlamentario a temas meramente de funcionamiento. Señores, esto no puede ser. Sin embargo, no deja de ser un dato positivo que a los tres años de iniciarse las labores del estatuto aún no haya pasado Nada, así, en mayúsculas.
Porque al primer estatuto, el de 1931, le pasó por encima una "sanjurjada" que lo dejó bien pulidito. Y esta costumbre se repitió en el "estatut de Sau" que sí, fue aprobado por el parlamento, pero que no se llegó a aplicar gracias al insigne teniente coronel Tejero, al que tanto deben los amantes del mundo freak. Por primera vez en la historia, esto es, desde que Abraham se largó de Ur de los Caldeos, a este lado del Mediterráneo se ha podido discutir ampliamente, con todas las cartas sobre la mesa (desde la independencia hasta el recorte de la autonomía) un estatuto que, por encima de todo lo demás, sirve para afirmar la línea autonomista de este nuestro estado.
Claro, autonomista suena a poquita cosa. Pero vean ustedes cómo queda si cambiamos el adjetivo por este otro: "federalista". Efectivamente, por mucho que digan que en Madrid lo han recortado muchísimo y que no vale para nada, lo cierto es que reconoce la autonomía-federación como un pilar del estado. Siempre habrá quien diga, y buenos argumentos no le faltarán, que el rollo independentista es una llorera sacaperras por parte de los catalanes. Pero ello no quita que la propuesta federal tiene ya algunos añitos. No en la segunda, sino en la primera República fue cuando este término cobró fama y esplendor (también oprobio). Un grupo de señores, muchos de ellos -casualmente- catalanes, tomaron las riendas del país y defendieron una descentralización del gobierno como solución a los problemas del país. La cosa no gustó al personal, y la república murió en un suspiro, mientras recibían a un tal Amadeo que llegó aquí por error y tomó una sabia decisión: largarse. Los borbones, afectuosamente, se lo agradecerán toda la vida.
Hete aquí que casi ciento treinta y pico años después el gobierno aprueba lo que en su día Cánovas y el sifilítico que teníamos de jefe de estado rechazaron: la descentralización del poder en beneficio de las regiones. Así, los tres años de negociación de estatut quedan enmarcados en algo un poquito más largo, y la decisión de Zapa (un tipo, por cierto, con cara de Borbón) se convierte en algo más que el pago por la Moncloa (aunque de eso también hay, por supuesto). Pese a todo, si tenemos que cambiar de estatuto cada cuarto de siglo, les ruego a los sres. políticos que opten por fórmulas más abreviadas, que estamos en año de mundial y si les pagamos el sueldo no es para que nos creen más problemas de los que tenemos
1 comentario
yo -