diatribas estatutarias
La opción del referendum nunca me ha parecido la más apropiada para dilucidar un enfrentamiento. El simplismo con el que se contreta: "sí" o "no" está enfrentado al hecho en sí del debate, esencia de la convivencia no violenta entre individuos (lo que se viene a entender, mayormente, por democracia). No obstante, reconozco su necesidad en momentos determinados por razones prácticas.
En el caso del estatut, que los catalanets votaremos el próximo día 18, lo considero necesario aunque inútil a la vez. Necesario tanto como lo es el parlamento, que no sirve más que para la escenificación de lo previamente acontecido en los pasillos. Como decía aquel, uno convoca votaciones para ganarlas, lo contrario es tontería. Inútil porque no se nos ofrece más alternativa que lo que hay. Es como si te dan a escoger entre un cochazo del año 79, y otro más modesto pero de reciente construcción, con su aire acondicionado, sus airbags, abs, elevalunas eléctrico y todas las mandangas. ¿Eso es escoger? Cuando yo decido renovar alguna posesión, voy al mercado y veo lo que hay, y escojo a mi gusto y posibilidades.
Pero claro, si pusiéramos a todo el personal a decidir qué queremos, no acabaríamos ni en tres años, ni en treinta. Es por eso que las cosas se hacen de esta manera. Los políticos catalanes han hecho una propuesta, la han debatido con los propietarios del monopolio de la violencia privada, y de ahí ha salido una morcilla que es la que nos va a tocar comer -o eso o el anterior producto charcutero, que aún está por ver.
En este sentido, el papel de la población en el referendum es el de dar el "enterado". Como se trata de una cosa bastante importante (el marco legal general del territorio), los políticos se lavan las manos de las decisiones tomadas, y pasan la patata caliente a la ciudadanía. Porque la democracia tiene esas cosas, que a veces no basta con decir que los políticos lo hacen fatal. Cada tanto nos sueltan un referéndum o similar, y ahí queda patente que la mayoría de la población tiene más experiencia en criticar que en gobernar.
Dudo mucho que políticos diferentes hubiesen sacado un estatut muy diferente al propuesto; considerando como considero que las normas sociales (entre ellas la legislación) van a remolque de la cultura material (base) de toda sociedad, la cuestión es preguntarse qué papel tiene Catalunya en su entorno, español y europeo, así como las dinámicas económicas internas del país. De ahí sale "la mare dels ous" que estructura lo demás. Por eso, porque los políticos no controlan más que una pequeña porción de lo que, desde fuera, parecen sus dominios (industria, economía, cultura,...) no veo yo a nadie haciendo un texto mejor que el presente, sea quitando o añadiendo poder a las autonomías.
De ahí que un servidor vea el referéndum del próximo domingo como un "enterado" por parte de la población. Como cuando te viene el fontanero y te dice lo que te va a hacer, que si te parece bien. Hombre, pues podrá escoger el color de la pintura, o podrás decirle que quieres materiales "mejores" o "peores", pero mucho ojo con meterte a decidir que si metacrilato o aluminio, si gres o cerámica refundida, porque sin una visión global del conjunto puede salir una chapuza de dimensiones bíblicas. El domingo nos toca a los catalanets reconocer, con humildad, que somos lo que somos y tenemos las miserias que tenemos. Lo contrario, oponerse "porque es politiqueo" o "porque podría hacerse mejor", es la pancarta que empuña la facción demagoga, aquella para la que lo importante es rajar y despreciar, porque a sí se ven más puros ellos, que no han dado la cara en su vida, salvo cuando se sabían ganadores.
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