Carta desde el oasis
Lo del oasis catalán nació en la segunda república, en referencia a la estabilidad de los gobiernos de Esquerra frente al continuo baile que se producía en la Castellana. El concepto ha tenido un gran éxito, y hoy en día forma parte de los tópicos recurrentes de los columnistas machacones, especie ésta -en la que me incluyo- que vive una floreciente primavera gracias a la manga ancha de internet. "El oasis se secó", "El oasis catalán presenta turbulencias", "adiós al oasis catalán". Esta clase de títulos pueden encontrarse en las columnas de opinión de todo el periodo democrático.
Catalunya ha sido, es y seguirá siendo con toda probabilidad un oasis político, siempre y cuando se la compare con Madrid. Y lo es porque el pacto -ese otro tópico- funciona mucho y bien en el principado. Pactar es visto en Barcelona como un logro, mientras en Madrid se lee como una rendición, una cesión que, si se dispone de mayoría suficiente, se debe evitar por el bien tanto de las leyes como de los intereses particulares del partido de turno. Así están las cosas y dudo que las elecciones de octubre cambien ni un ápice de esta línea, salvo espantada del ala derecha del PP. Aunque en este caso, más que fin del sistema pactista, tal vez nos encontraríamos con el Pacto de Pactos, la absorción de los populares a la práctica política habitual del país.
Porque el PP no sabe ni actualmente puede entrar en este juego. No sabe porque se exige un grado de autonomía de la federación autonómica que ni siquiera tiene UPN, que es un partido teóricamente autónomo del PP. No puede porque va en contra de sus posturas centralistas, una posición que habitualmente defiende la izquierda (recordemos a Borrell) pero que aquí, en defensa de la unidad patria, la derecha ha asumido como propia, defendiendo sus bondades a la vez que reclaman nuevos estatutos de autonomía con más competencias para las comunidades que gobiernan. Es cuestión de tiempo y cambio de caras que esta política varíe, y lo que hoy se considera el anticristo sea izado como bandera de las libertades y la justicia por el partido de la gaviota. Al fin y al cabo, la descentralización es la norma en los diversos estados europeos, e incluso la Unión Europea no es más que la cesión de competencias a otro gobierno.
Al ver la tranquilidad con que los populares asumen su papel de marginados en la política catalana -por los réditos que le ofrece en el resto del estado- no deja de sorprender que otros quieran descubrir la pólvora mojada, y lograr desde la nada lo que López Rodó, Vidal·Quadras y ahora Piqué (el que mejores resultados ha obtenido) no han alcanzado en 25 años. Esto es, convertir la política catalana en una parte más de la española. Tal es el objetivo de los señores de Ciutadans de Catalunya, que ahora se llama Partit de la Ciutadania (como las natillas, que ahora se llaman Danet). Estos señores son la viva muestra de que el oasis político perdura. Sólo así puede entenderse que las divergencias de la línea oficial tengan bases tan endebles: no protestan por la vivienda, ni por la sanidad, ni siquiera por la represión política, se quejan únicamente del catalán y lo catalán.
Y digo endebles no porque no tengan argumentos sobre el tema de la "persecución" al castellano, que los tienen y muy trabajados. Sino porque en el resto de temas no tienen nada, salvo algunos clichés del estilo de "el nacionalismo es muy malo", o "lo queremos todo en español", o el mejor de todos "mi hija no puede recibir clases en su idioma materno" defendido por un personaje con mucho tiempo que perder y muchas ganas de salir por la tele.
No es una afirmación gratuita que no tengan más temas de que hablar que el nacional·lingüístico. El pasado domingo los Ciutadans cerraban su congreso de una forma tan esperpéntica como viene siendo habitual en sus apariciones públicas, desde aquella fotito de la intelectualidad, todos ellos tan sabios y a la vez tan descamisados. La primera curiosidad del congreso es que se ha celebrado completamente a puerta cerrada, supongo que para esconder algo, porque si no harían como los demás. ¿Qué será? intuyo que las vergüenzas de mostrar en público que lo único que une a estas gentes es una especie de odio visceral hacia lo catalán, mezclado con la autocomplacencia de declararse conocedores de la verdad absoluta, aquella tan evidente que el vulgo no ve, pero ellos (cráneos previlegiados) sí.
Viendo lo que ha salido del susodicho congreso no puede entenderse otra cosa. Incluso en Libertad Digital, el periódico de Losantos que tanto apoyo ha dado a los Ciutadans, es imposible encontrar nada que no se hubiera dicho antes del congreso de este fin de semana: nada dicen de sanidad, nada de infraestructuras, nada de trabajo, salvo en los temas referentes al uso idiomático. Y yo me pregunto, ¿a qué viene ese rechazo a lo catalán? La única conclusión es que es un odio que les hace sentir mejor, superiores. No hay otra explicación.
Cuando el estado español prohibió el catalán, allá por 1938, se cumplió a rajatabla. Ni una miserable nota personal a mano podía mostrarse, so pena de ir a parar al talego. Durante 40 años la prohibición fue cien veces más efectiva que todos los decretos de nueva planta firmados por la borbonada en los dos últimos siglos. Pero resulta que ya no estamos en los años del desarrollismo, y las leyes sobre idiomas de la Generalitat, aunque duras, son de leve cumplimiento. Puedes pasarte años ignorando cuestiones idiomáticas y no te pasará nada. Y aún el día que logren la plena aplicación de normas como la de rotular en catalán, los medios de comunicación les seguirán sacando una infinita ventaja a los talibanes del catalanismo.
Los catalanets que vivimos y trabajamos en Catalunya, nos reimos un montón cuando escuchamos ciertos comentarios sobre el "estado de sitio" en que nos encontramos. Porque el que aquí vive sabe que puede hacerlo utilizando, si le da la gana, el castellano desde la mañana hasta la noche, sin el más mínimo problema. ¿Que te puedes encontrar con un catalanista talibán? sí, al igual que con un ultraespañol. Personalmente me parecen individuos igual de desagradables en el trato, aunque con una pequeña diferencia: en varias ocasiones he visto a independentistas bajar del carro. Nunca, sin embargo, a un españolista (qué palabra más fea) hablando en catalán por respeto al otro. Sea por ignorancia o mala educación (que es una variante de la ignorancia) desde que tengo uso de razón son los catalanoparlantes los que siempre acaban por hablar en castellano. Los castellanoparlantes (ojo, no los que están de visita o recién llegados, sino los que llevan aquí 30 años y hablan en castellano desde siempre, y no les han encarcelado por ello) siempre han contado con la ventaja de hablar en el idioma de la mayoría, de la tele y la radio, de los futbolistas extranjeros y las frases ramplonas de las estrellas del rock (gloriosa excepción: Bruce Springsteen).
La única explicación a este antinacionalismo catalán, como ya he dicho, es que estos señores Ciutadans quieren quitarle el puesto al PP como partido pro·nacionalismo español, esto es, en la misma línea de caracterización nacionalista que CiU o ERC, pero en sentido opuesto. Novedades pocas. Suena a chiste que los problemas económicos del país se deban a la política lingüística, que supone una ínfima parte de los presupuestos y afecta a un reducidísimo número de personas, principalmente a los que no les da la gana aprender cosas nuevas, en este caso un idioma. Aún tengo que conocer a la persona que, venida de fuera, no tenga en tres meses los rudimentos del catalán y pueda desenvolverse con plena libertad en el país.
Pese a todo, contra viento y marea, ahí están, que a la contra se vive mejor. Al parecer el gran debate del congreso fue si eran de izquierdas o derechas, y acabaron por no mojarse. Otro tema era el ámbito de actuación, si a nivel de Catalunya o de todo el estado, y al final se han apuntado a las dos. Incluso a la hora de decidir con qué partidos pueden pactar, han dejado las puertas completamente abiertas, a ver si hay suerte y alguien les arregla la papeleta en todo lo que no tenga a ver con la cuestión idiomática. El congreso se cerró a las 5 de la tarde, no porque hubiesen acabado los debates, sino porque se les acababa el alquiler del local, y así, con la prensa que no puedo entrar al congreso, y con una declaración de mínimos tradicional de los partidos marginales, cerraron el congreso con un candidato de 26 añitos, recién licenciado en derecho (todo un cúmulo de experiencia gestora) y una secretaría general en manos de un señor que desde hace años campa por foros babel y asociaciones chupasubvenciones del estilo. Los guapos, los Espada, Boadella, De Carreras y demás ya han guardado la ropa, y sus nombres no aparecen en las candidaturas. Dirán que es por no ser portagonistas, pero tras sus apariciones estelares suena un poco hipócrita esa afirmación. Al fin y al cabo, en los enlaces de la web de Ciutadans, el primero que encontramos es el blog de Arcadi Espada.
El partido "antisistema" es la mejor muestra de que algo se hace bien (o que somos todos muy tontos) cuando escogen como principal problema de la ciudadanía el idioma. Por otra parte, se convierten sin saberlo en el baluarte del sistema político que quieren defender. Si fracasan, porque demuestran que estaban equivocados. Pero si triunfan, ay! qué gran favor les haran a convergentes y republicanos, ahora que el PP catalán, huérfano de Moncloa, es débil y da poco miedo. Un nuevo partido anticatalanista es lo que necesita Carod para repetir los últimos resultados electorales. Así es nuestro oasis, cambia todo y no cambia nada, y seguimos adelante para verificar que efectivamente hay vida después del mundial.
2 comentarios
Autor -
Un abrazo, gallego
Montenegro -
Saludos campeón