Los plebeyos no saben de democracia
Aunque a ustedes no se lo parezca, vivimos en un país realmente idílico. Aquí no hay atracos, ni violaciones, ni desfalcos o estafas. En este país los conductores van a la velocidad adecuada, las empresas pagan diligentemente a sus trabajadores y los carteristas se han reconvertido en limpiabotas o portadores de sillas.
Si no se han dado cuenta de este hecho es que padecen una grave miopía, pues no hay otra explicación al hecho que uno de los jueces del saturadísimo sistema español esté perdiendo su tiempo y nuestro dinero en investigar la quema de unos papeles con la foto de sus majestades los reyes magos de España. Tras décadas de lamentos por la lentitud y el atraso del sistema judicial ahora parece que va de narices, porque hasta pueden sobrarse denunciando el más pequeño incumplimiento de la ley.
Al parecer los monarcas no sólo se reproducen por esporas –como quedó demostrado con la demanda a El Jueves- sino que sufren cuando se quema una de sus efigies. Y no es que les hagan vudú con un mechón de su cabello, no; tal es su fragilidad que cualquier recorte de Hola o Lecturas con su rostro impreso sirve para ofenderles en lo más profundo de su corazón.
Tal es la situación que la policía ha puesto a sus mejores agentes a investigar este ignominioso hecho. Claro, como aquí no hay violaciones ni asesinatos los muchachos se aburrían, y han optado por aplicar su cara educación (pagada por nosotros) y sus costosos métodos de investigación a lo CSI en este gravísimo tema que por sí sólo requiere la misma atención que, por poner un ejemplo, la inmensa mayoría de los accidentes laborales que se resuelven con dos entrevistas y un peritaje exprés.
No deja de ser curioso que los que en su día despachaban el asesinato de un animal en extinción –nuestro querido Mitrofán- con un quítame allá esas pajas, ahora se rasguen las vestiduras por la ignición pública de un retal de papel satinado de baja calidad. Yo me pregunto, si dibujo dos monigotes con corona y les prendo fuego, ¿es delito?. El invierno pasado encendí la chimenea con páginas de Diez Minutos, y mucho me temo que en ellas no sólo aparecían los reyes, sino incluso la mismísima Norma Duval. ¿Qué me recomiendan? ¿Debo exiliarme? Este recuerdo me atormenta, y hace noches que no puedo dormir temiendo la visita de la Guardia Civil, que me lleve al patíbulo por el más ruin e infamante de los crímenes.
En fin, supongo que rendir divina pleitesía al heredero de Franco es una más de las comisiones a pagar por la libertad que tan generosamente nos ha sido otorgada por estos seres superiores. Porque en el fondo tienen razón, si Alejandro Magno fue divinizado por algo tan banal como conquistar toda Asia, ¿Qué menos que encumbrar al mismo nivel al matador de Mitrofán? Pobres mortales, no sabemos apreciar la magna aureola de perfección que emana del rey, y que se difunde por sus platónicas imágenes que campan por la prensa del país. Como cerdos desagradecidos, rechazamos la más sagrada vianda que el generoso monarca nos regala cada día, Dolce Vita mediante.
Hago un llamamiento a su majestad, viva imagen de la democracia y la libertad españolas, para que tenga piedad de este miserable lacayo que con tan poca cabeza quemó uno de sus retratos para calentarse en invierno. !Clemencia, oh paladín de la democracia¡ Absolvedme con vuestra divina gracia, no me hagáis arder en la hoguera como yo quemé vuestro divino rostro.
1 comentario
Harto -
Plastas, que sois unos plastas.