Cuando la historia era aún materia de poetas y no de libros de texto, escribió Alejandro Dumas que Francia e Inglaterra fueron a la guerra por el amor que el cardenal Richelieu y el duque de Buckinham sentían hacia Ana de Austria, esposa de Luís XIII y, por ende, reina de Francia.
En los tiempos modernos, estas bellas historias han sido sustituidas por temas más mundanos. Así, cuando se quiere achacar una acción bélica a un motivo personal, debemos recurrir a las felaciones y a las relaciones entre el alto funcionariado y sus subordinadas. Que la poesía ha muerto en la historia de las relaciones internacionales lo ha confirmado el enésimo esperpento del PP, que está convirtiendo su despedida de la Moncloa en un desfile de payasadas y despropósitos.
Afortunadamente en esta ocasión no se ha declarado ninguna guerra, y la cosa se ha reducido a un pequeño retraso en una excursión del ejército, que lleva a sus soldados a ver mundo y conocer nuevas culturas. Sin embargo el hecho es el hecho, y da que pensar el que alguien capaz de semejantes chiquilladas haya llegado al poder. La decisión del señor Aznar va más allá del rodillo parlamentario. Éste era inmoral y punto, pero lo que ha hecho Aznar es un abuso de poder en toda regla. ¿Desde cuándo necesita el presidente del gobierno la aprobación de un funcionario inferior para ejecutar acciones que le corresponden por su cargo? Que yo sepa, Zapatero no ha sido nombrado "presidente en espera" ni nada parecido. Por ahora es un simple parlamentario. Esta condición le limita más aún para tomar parte en las decisiones de la Moncloa si tenemos en cuenta que la acción para la que Aznar pedía una confirmación por escrito era el mero relevo de tropas. ¿Es necesario pactar con la oposición las suplencias de verano de los funcionarios? Las tropas que se dirigen a Irak van a sustituir a las que allí están por el simple hecho de que el tiempo que podían estar en misión ha finalizado. El recambio de tropas no es en ningún caso una decisión política. Si lo que el presidente en funciones quería era que Zapatero tomase una decisión inmediata sobre el futuro de las tropas, debería haberlo dicho más claramente, y de paso explicar por qué tantas prisas por quitar las tropas de Irak si tan importantes las considera él para democratizar el país (¿será que los iraquíes le importan un carajo ahora que Bush no le volverá a llamar?), por qué tras haber gastado millones de euros en el despliegue de tropas sobre el país conquistado ahora hay que aprovechar un recambio rutinario para suspender toda la misión, por qué pide ahora ser aprobado para sus acciones cuando durante todo este tiempo se ha saltado a la torera la aprobación del parlamento para sus decisiones en política exterior.
Dice don José María que no, que él ahí es sólo un pringao y que lo que quiere es la aprobación del que manda ahora de verdad. Sin embargo, ¿por qué no pidieron la misma aprobación para seguir inaugurando tramos del PHN? Tampoco han pedido permiso para continuar las obras del AVE,y eso que cada 12 horas hay cambio de turno (dos oportunidades diarias de echarlo todo por la borda!). No sólo eso, sino que cuando otros, tomando ejemplo de lo hecho por Aznar, han decidido suspender medidas aprobadas por el gobierno popular (como es el caso de la ley de calidad, suspendida en por la Generalitat catalana) resulta que van y se enfadan porque dicen que no se puede hacer, que hay que esperar a que se debata el parlamento!
En la novela de Dumas Richelieu, despechado, acaba con un palmo de narices mientras la reina se va con el inglés. Parecido destino el de José Mari, que sin embargo dudo que sea recordado como un político astuto, sino más bien como un patán de pueblo, un zafio metido a político que al cardenal no le serviría ni como asno.
En los tiempos modernos, estas bellas historias han sido sustituidas por temas más mundanos. Así, cuando se quiere achacar una acción bélica a un motivo personal, debemos recurrir a las felaciones y a las relaciones entre el alto funcionariado y sus subordinadas. Que la poesía ha muerto en la historia de las relaciones internacionales lo ha confirmado el enésimo esperpento del PP, que está convirtiendo su despedida de la Moncloa en un desfile de payasadas y despropósitos.
Afortunadamente en esta ocasión no se ha declarado ninguna guerra, y la cosa se ha reducido a un pequeño retraso en una excursión del ejército, que lleva a sus soldados a ver mundo y conocer nuevas culturas. Sin embargo el hecho es el hecho, y da que pensar el que alguien capaz de semejantes chiquilladas haya llegado al poder. La decisión del señor Aznar va más allá del rodillo parlamentario. Éste era inmoral y punto, pero lo que ha hecho Aznar es un abuso de poder en toda regla. ¿Desde cuándo necesita el presidente del gobierno la aprobación de un funcionario inferior para ejecutar acciones que le corresponden por su cargo? Que yo sepa, Zapatero no ha sido nombrado "presidente en espera" ni nada parecido. Por ahora es un simple parlamentario. Esta condición le limita más aún para tomar parte en las decisiones de la Moncloa si tenemos en cuenta que la acción para la que Aznar pedía una confirmación por escrito era el mero relevo de tropas. ¿Es necesario pactar con la oposición las suplencias de verano de los funcionarios? Las tropas que se dirigen a Irak van a sustituir a las que allí están por el simple hecho de que el tiempo que podían estar en misión ha finalizado. El recambio de tropas no es en ningún caso una decisión política. Si lo que el presidente en funciones quería era que Zapatero tomase una decisión inmediata sobre el futuro de las tropas, debería haberlo dicho más claramente, y de paso explicar por qué tantas prisas por quitar las tropas de Irak si tan importantes las considera él para democratizar el país (¿será que los iraquíes le importan un carajo ahora que Bush no le volverá a llamar?), por qué tras haber gastado millones de euros en el despliegue de tropas sobre el país conquistado ahora hay que aprovechar un recambio rutinario para suspender toda la misión, por qué pide ahora ser aprobado para sus acciones cuando durante todo este tiempo se ha saltado a la torera la aprobación del parlamento para sus decisiones en política exterior.
Dice don José María que no, que él ahí es sólo un pringao y que lo que quiere es la aprobación del que manda ahora de verdad. Sin embargo, ¿por qué no pidieron la misma aprobación para seguir inaugurando tramos del PHN? Tampoco han pedido permiso para continuar las obras del AVE,y eso que cada 12 horas hay cambio de turno (dos oportunidades diarias de echarlo todo por la borda!). No sólo eso, sino que cuando otros, tomando ejemplo de lo hecho por Aznar, han decidido suspender medidas aprobadas por el gobierno popular (como es el caso de la ley de calidad, suspendida en por la Generalitat catalana) resulta que van y se enfadan porque dicen que no se puede hacer, que hay que esperar a que se debata el parlamento!
En la novela de Dumas Richelieu, despechado, acaba con un palmo de narices mientras la reina se va con el inglés. Parecido destino el de José Mari, que sin embargo dudo que sea recordado como un político astuto, sino más bien como un patán de pueblo, un zafio metido a político que al cardenal no le serviría ni como asno.
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