Es curioso ver cómo reacciona la gente ante ciertas imágenes que los radicales islámicos han puesto en la palestra. Desde el 11 de septiembre ha quedado claro que estos señores dominan el arte de los mass media. La caída de las torres gemelas fue calificada de "plástica" por algunos comentaristas televisivos. Podrían ser criticados de macabros, mas a continuación quedaría la tarea de diferenciar el acto real de las docenas de representaciones ficticias que han aparecido en las pantallas de cine durante décadas. Recuerdo una reciente, "Estado de sitio" en que se representaba el ataque simultáneo a varios puntos de Nueva York por parte de un comando de radicales islámicos que causaban con sus andanzas unas buenas docenas de muertos. Incluso, si mal no recuerdo, en la película ya se practicaba la omisión de escenas cruentas, sangre y tripas. ¿En qué se diferencian los atentados ficitios del atentado real? En ambos casos hablamos de cientos de víctimas y caos generalizado. A nivel de imágenes, la gran diferencia es la mayor imaginación que demuestran los terroristas frente al guionista hollywoodiense. En el capítulo de las consecuencias, vemos en el filme cómo un árabe que forma parte de los "buenos" durante toda la película, acaba desvelándose como el malo mediante una macarrónica retahíla de proclamas islamistas un tanto roídas. En la realidad, el cutrísimo video casero de Bin Laden encaja a la perfección. Con turbante, barba y túnica, podría aparecer en cualquier pesebre de nuestra geografía sin llamar en nada la atención de la gente. Asímismo, el texto de sus proclamas parece firmado por el mismísimo Fumanchú (que vuelva); acaba de caracterizar a Bin Laden como un personaje de opereta, y no cabe duda que las futuras generaciones disfrutarán de más de una peli como "Bin Laden y la bomba del fin del mundo" o "El terror vino de oriente", en que se recuperarán los guiones de la guerra fría para reinterpretarlos con los nuevos protagonistas. Tal vez John Malkovich, dentro de dos décadas, será el actor ideal para interpretar al pérfido saudí, enfrentado a los gloriosos marines, la CIA y el FBI.
Pero mientras sus nombres no brillen en Broadway (el musical será la guinda), los radicales islámicos mantienen su pulso por la audiencia en la pequeña pantalla. En este sentido encontramos los atentados de Madrid (tanto el ataque a los trenes como las posteriores secuelas, que llegan hoy al suicidio de seis terroristas a punto de ser apresados) así como los altercados que se suceden continuamente en Irak, y muy especialmente la escena del cadáver colgando boca abajo de un puente.
Vale la pena detenerse en esta imágen que ha dado la vuelta al mundo. El primer referente que me vino a la cabeza fue don Benito Mussolini colgando boca abajo del techo de una gasolinera junto al cadáver de su amante Clareta Petacci. El ex dictador fue muerto por un puñado de partisanos, y antes de colgar su cadáver alguien le amputó el miembro viril.
Más recientemente corren por mi mente las imágenes de Somalia, de marines "en misión humanitaria" torturados y asesinados por la población local, que ató los cadáveres de los soldados a la parte de atrás de los coches, para mostrarlos como trofeo ante toda la población. También recuerdo una noticia de ciertos cascos azules italianos que, en cierto país de África se dedicaron a torturar a la población local, al parecer asándolos como si de lechones se tratara.
¿Cuál de estas imágenes es más macabra? ¿Qué tienen en común sus protagonistas? Recuerdo una carta de un teniente alemán, jefe de un Sonderkommando durante la segunda guerra mundial. Estos comandos actuaban en la retaguardia del frente ruso, y su tarea era ir pueblo a pueblo "exterminando comunistas", esto es, una vez añadido la componente racista por ser eslavos, la eliminación física de la práctica totalidad de la población. Creo que fue en 1944 que Goebbles pidió un juramento de fidelidad a Hitler de parte de toda la oficialidad del ejército, juramento que debía realizarse por escrito. El mencionado teniente se negada a firmar tal misiva por cuanto consideraba implícito a su cargo el juramento de fidelidad a su superior, y vveía por tanto la petición como un insulto a tal juramento.
Uno se pregunta cómo alguien que por la mañana mataba a centenares de hombres, mujeres, ancianos y niños, podía por la tarde dedicarse a defender su idea de la ética y la fidelidad, y nada menos que con Goebbles! Cierto es que estos comandos tenían gratis el vodka, pero ello no es suficiente para explicar este doble comportamiento.
¿Qué lleva a una persona de la razón a la locura de una forma tan natural? Lo que en común tienen los hechos arriba mencionados, de Italia a Somalia, es la presencia de la guerra, del conflicto directo, de la muerte a discreción. Es la vieja idea de que la violencia engendra más violencia, sobrepasando razas, credos y religiones. Eso es lo que, a mi parecer, debemos ver en las imágenes de los atentados de estos días, la violencia consecuencia de la violencia y causa de más violencia.
Pero mientras sus nombres no brillen en Broadway (el musical será la guinda), los radicales islámicos mantienen su pulso por la audiencia en la pequeña pantalla. En este sentido encontramos los atentados de Madrid (tanto el ataque a los trenes como las posteriores secuelas, que llegan hoy al suicidio de seis terroristas a punto de ser apresados) así como los altercados que se suceden continuamente en Irak, y muy especialmente la escena del cadáver colgando boca abajo de un puente.
Vale la pena detenerse en esta imágen que ha dado la vuelta al mundo. El primer referente que me vino a la cabeza fue don Benito Mussolini colgando boca abajo del techo de una gasolinera junto al cadáver de su amante Clareta Petacci. El ex dictador fue muerto por un puñado de partisanos, y antes de colgar su cadáver alguien le amputó el miembro viril.
Más recientemente corren por mi mente las imágenes de Somalia, de marines "en misión humanitaria" torturados y asesinados por la población local, que ató los cadáveres de los soldados a la parte de atrás de los coches, para mostrarlos como trofeo ante toda la población. También recuerdo una noticia de ciertos cascos azules italianos que, en cierto país de África se dedicaron a torturar a la población local, al parecer asándolos como si de lechones se tratara.
¿Cuál de estas imágenes es más macabra? ¿Qué tienen en común sus protagonistas? Recuerdo una carta de un teniente alemán, jefe de un Sonderkommando durante la segunda guerra mundial. Estos comandos actuaban en la retaguardia del frente ruso, y su tarea era ir pueblo a pueblo "exterminando comunistas", esto es, una vez añadido la componente racista por ser eslavos, la eliminación física de la práctica totalidad de la población. Creo que fue en 1944 que Goebbles pidió un juramento de fidelidad a Hitler de parte de toda la oficialidad del ejército, juramento que debía realizarse por escrito. El mencionado teniente se negada a firmar tal misiva por cuanto consideraba implícito a su cargo el juramento de fidelidad a su superior, y vveía por tanto la petición como un insulto a tal juramento.
Uno se pregunta cómo alguien que por la mañana mataba a centenares de hombres, mujeres, ancianos y niños, podía por la tarde dedicarse a defender su idea de la ética y la fidelidad, y nada menos que con Goebbles! Cierto es que estos comandos tenían gratis el vodka, pero ello no es suficiente para explicar este doble comportamiento.
¿Qué lleva a una persona de la razón a la locura de una forma tan natural? Lo que en común tienen los hechos arriba mencionados, de Italia a Somalia, es la presencia de la guerra, del conflicto directo, de la muerte a discreción. Es la vieja idea de que la violencia engendra más violencia, sobrepasando razas, credos y religiones. Eso es lo que, a mi parecer, debemos ver en las imágenes de los atentados de estos días, la violencia consecuencia de la violencia y causa de más violencia.
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