Como en las películas
Es increible lo que se parecen las películas a la realidad. La toma de Falluja nos regala unos planos, unas imágenes por las que cualquier director daría un brazo. Más aún al tratarse de una guerra real, podemos incluso llegar a sentirnos parte de ese conflicto. Eso es lo que me sucede cuando no veo según qué imágenes por television. Aún es hora de ver el cadáver fresquito de un marine pasearse por nuestras pantallas. La última vez que vi uno colgaba boca abajo, calcinado, de un puente de no recuerdo qué ciudad. Desde entonces para buscar chicha sólo me he topado con las imágenes de los atentados perpetrados por comandos iraquíes, de esos que graban y luego cuelgan de internet, y te los puedes bajar al lado de "lo mejor de Faemino y Cansado" y "el vídeo de Chiquito". Está bien la cosa, bueno, está mejor que nada.
Pero el hecho es que aparte de eso nada, ni una mísera gota de sangre yanqui ha salpicado nuestros televisores. Es entonces cuando imagino a George W. Bush en una habitación oscura, junto a sus amiguetes Cheney, Pearl y compañía, todos con la pantalla fija en un televisor, observando con satisfacción al mundo que han cegado mientras sonrisas diabólicas, puntiagudas como catedrales, emergen de lo más fondo de su garganta.
Sí, me viene esa imagen a la cabeza, y me pregunto cuán imbécil puede llegar a ser Bush. Durante años nos han martirizado con chicha a manta; en todas sus películas el superhéroe aparecía en la última escena, esa en que mata al malo, magullado hasta las uñas de los pies, chorreando sangre sucia por todos sus poros, y contando las barbaridades que esos pérfidos comunistas habían hecho a sus amiguetes de "Highschool" y esas cosas. ¿Se espera el W. que no sepamos qué les ha pasado a sus marineritos? ¿No sabe lo fácil que es en la mente de cualquier persona pintar un cadáver de blanco, disfrazarlo de mádelman y amputarle algún miembro?
A lo mejor el W se cree que no, que aquí nadie piensa si yo lo digo y mis siervos no deben ver ciertas cosas. Estupendo, mantengamos el silencio ¿cuánto tardaran en llegar los fabuladores que inventarán mil historias a cada cual peor sobre el destino de los desaparecidos? A finales de los años 80 se seguían rodando películas sobre los desaparecidos en Vietnam (los que votaron Bush disfrutan con Chuck Norris), y en la guerra del golfo no pillaron a Saddam porque el Bush padre no tuvo el valor suficiente para mirar a la cara a las madres de los que iban a morir.
Pero el hijo, que no ve tres en un burro, se ha tirado a la piscina vacía convencido de que por ser presidente basta decir "hay agua" para llenar el agujero y poder chapotear con alegría, como a él le gusta. Y ahora que ve el leñazo que se ha pegado, pues venga, miedo en el cuerpo a discreción, censura y aquí no pasa nada. Se equivoca el paisa, porque para bien o para mal los mortales de occidente tenemos grabadas en la memoria las imágenes de guerra que ellos mismos nos vendieron, así como tenemos grabadas, esta vez en cintas, los rostros de los muertos iraquíes, profesores, policias, o chavales sin futuro que a falta de algo mejor se han calado el fusil al hombro, igualito que el 80 % de los marines.
Dentro de unos años -que en esta vida la paciencia lo es casi todo- sabremos la cifra exacta, y pasará -supongo- como en Vietnam, que por cada muerto yanqui habrán 40 o 50 iraquíes. Paisa nada, ya lo sabíamos. Para los morbosos habrá fotos y vídeos, que además llevarán 20 años censurados y dará mucho morbo verlos, como las pelis porno de Perpinyà. Pero por lo demás, Bush puede seguir en su tétrica mansión maquinando el fin del mundo, que engañar lo que es engañar, sólo engaña a quien quiere.
Pero el hecho es que aparte de eso nada, ni una mísera gota de sangre yanqui ha salpicado nuestros televisores. Es entonces cuando imagino a George W. Bush en una habitación oscura, junto a sus amiguetes Cheney, Pearl y compañía, todos con la pantalla fija en un televisor, observando con satisfacción al mundo que han cegado mientras sonrisas diabólicas, puntiagudas como catedrales, emergen de lo más fondo de su garganta.
Sí, me viene esa imagen a la cabeza, y me pregunto cuán imbécil puede llegar a ser Bush. Durante años nos han martirizado con chicha a manta; en todas sus películas el superhéroe aparecía en la última escena, esa en que mata al malo, magullado hasta las uñas de los pies, chorreando sangre sucia por todos sus poros, y contando las barbaridades que esos pérfidos comunistas habían hecho a sus amiguetes de "Highschool" y esas cosas. ¿Se espera el W. que no sepamos qué les ha pasado a sus marineritos? ¿No sabe lo fácil que es en la mente de cualquier persona pintar un cadáver de blanco, disfrazarlo de mádelman y amputarle algún miembro?
A lo mejor el W se cree que no, que aquí nadie piensa si yo lo digo y mis siervos no deben ver ciertas cosas. Estupendo, mantengamos el silencio ¿cuánto tardaran en llegar los fabuladores que inventarán mil historias a cada cual peor sobre el destino de los desaparecidos? A finales de los años 80 se seguían rodando películas sobre los desaparecidos en Vietnam (los que votaron Bush disfrutan con Chuck Norris), y en la guerra del golfo no pillaron a Saddam porque el Bush padre no tuvo el valor suficiente para mirar a la cara a las madres de los que iban a morir.
Pero el hijo, que no ve tres en un burro, se ha tirado a la piscina vacía convencido de que por ser presidente basta decir "hay agua" para llenar el agujero y poder chapotear con alegría, como a él le gusta. Y ahora que ve el leñazo que se ha pegado, pues venga, miedo en el cuerpo a discreción, censura y aquí no pasa nada. Se equivoca el paisa, porque para bien o para mal los mortales de occidente tenemos grabadas en la memoria las imágenes de guerra que ellos mismos nos vendieron, así como tenemos grabadas, esta vez en cintas, los rostros de los muertos iraquíes, profesores, policias, o chavales sin futuro que a falta de algo mejor se han calado el fusil al hombro, igualito que el 80 % de los marines.
Dentro de unos años -que en esta vida la paciencia lo es casi todo- sabremos la cifra exacta, y pasará -supongo- como en Vietnam, que por cada muerto yanqui habrán 40 o 50 iraquíes. Paisa nada, ya lo sabíamos. Para los morbosos habrá fotos y vídeos, que además llevarán 20 años censurados y dará mucho morbo verlos, como las pelis porno de Perpinyà. Pero por lo demás, Bush puede seguir en su tétrica mansión maquinando el fin del mundo, que engañar lo que es engañar, sólo engaña a quien quiere.
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