El PSOE·SMS
Al parecer, los protagonistas de Gran Hermano van a continuar su chollo particular, ahora saltando a la publicidad institucional del referéndum de la Unión Europea. Me parece estupendo, por ellos más que nada, porque les dará una buena pasta currando muy poquito, y además sus padres podrán salir a pasear orgullosos los domingos por la rambla, pues los nenes han pasado de reyes de la telebasura a adalides de la alta nomenklatura europea, que tiene mucho más garbo y esplendor.
Por lo demás, me parece una medida de lo más razonable viniendo de quien viene. El bueno de Zapatero era un don nadie Leonés, un parlamentario de medio pelo, de esos que se cuelgan a mitad de la lista por motivos de política interna del partido. Frente a los candidatos populares, todos ellos con experiencia constrastada en altos cargos de gobierno, el leonés no podía esgrimir más que su pertenencia al APA y el haber sido finalista en la elección de presidente de su escalera.
Qué gracioso, decían todos, y no sólo los de la oposición. En su partido ni siquiera se molestaron a decapitarle, como hicieran con el ínclito Borrell; para qué meterse en fregaos cuando lo más sencillo era aguardar unas elecciones que ya todos daban por perdidas. Derrota, candidato a la basura y ahora va en serio, no valen Almunias ni tonterías por el estilo. Pero he aquí que ZP gana, no, mejor, arrasa, tumba una mayoría absoluta y se planta en el gobierno de la mano de comunistas e independentistas. ¿Qué ha pasado aquí? ¿ha habido un atentado? sí, sí que lo hubo, pero también hubo algo más. Las elecciones del 2004 se recordarán como las de los SMS, y no sólo por la jornada de reflexión. Los que dieron la Moncloa a Zapa son los mismos que, día a día, edición a edición, nominan y expulsan, elevan y hunden a toda esta maraña de nuevos famosos, hermanitos, triunfitos, granjeros y demás fauna, Dios mediante el envío de mensajitos para mayor alegría de las televisiones, que han encontrado un filón de ingresos donde antes no había nada.
Este es el gobierno del SMS, del buen rollito, de los lemas breves y aplastantes, de las ideas chachiguais y las declaraciones de 59 segundos. Hace unos años a alguien se le ocurrió coger a un puñado de desconocidos y meterlos tres meses ante las cámaras, hasta lograr que la audiencia conociera de memoria hasta su talla de gallumbos. Como esto ha gustado mucho en nuestro país, pues oye, ya puestos, por qué no probamos la fórmula a nivel político? Genial, puta madre, estamos en democracia y eso nos permite votar lo que no salga de los cojones, aunque sólo sea para jorobar. Así que en vez de al político·famosete de toda la vida pillamos a un don nadie (siguiendo criterios distintos que en la tele: aquí los candidatos han de saber leer), un provinciano con cara de pez y ale, le damos la presidencia, que si no arregla las cosas, al menos nos divertirá mas que el otro sosazo.
Los yankis eligen actores como presis, qué carajo, pues nosotros otorgamos la dignidad a triunfitos, que a chulos no hay quien nos gane. Los ministros largan lo que les place, el presi va a la suya, passsando de todo, y encima los socios de gobierno se lo pasan pipa. Y en los medios, y en el parlamento, ¿de qué se habla? ¿de leyes, de problemas? de los amoríos de unos con otros, de quién se va a la cama con quién y otros temas de mal hablar en público.
El colofón ha llegado por fin: GH + ZP = la España que manda, que nos manda. De Europa (Holanda, tierra mágica) nos vino la gran idea, y ahora vamos a devolver el favor pidiendo el sí a la constitución, el sí a la Europa del circo, de los gladiadores haciendo de emperadores y el pueblo extasiado en las gradas, otorgando el laurel no al mejor, ni al más apto, sino al más atrevido, al más descarado o al más simpático. Si los EE.UU. se parecen a la magna Roma, Europa (España de momento) tira más hacia la decadente Bizancio, con sus disputas sobre la iconoclastia y su pompa solemne que pretende ocultar entre los vapores de incienso la inmensa vacuidad que subyace hoy día bajo la idea de Europa.
Siempre nos queda el consuelo de pensar que en el fondo lo nuestro son juegos de niños; el centro del mundo está cada vez menos en el Atlántico, y cada vez queda menos para que las Azores sean suplantadas por las islas Fidji o las Marianas. Así que no nos crispemos mucho por estas cosas y disfrutemos del acontecimiento, que aunque sólo expulsen una vez al año, el espectáculo es cada día del año.
Por lo demás, me parece una medida de lo más razonable viniendo de quien viene. El bueno de Zapatero era un don nadie Leonés, un parlamentario de medio pelo, de esos que se cuelgan a mitad de la lista por motivos de política interna del partido. Frente a los candidatos populares, todos ellos con experiencia constrastada en altos cargos de gobierno, el leonés no podía esgrimir más que su pertenencia al APA y el haber sido finalista en la elección de presidente de su escalera.
Qué gracioso, decían todos, y no sólo los de la oposición. En su partido ni siquiera se molestaron a decapitarle, como hicieran con el ínclito Borrell; para qué meterse en fregaos cuando lo más sencillo era aguardar unas elecciones que ya todos daban por perdidas. Derrota, candidato a la basura y ahora va en serio, no valen Almunias ni tonterías por el estilo. Pero he aquí que ZP gana, no, mejor, arrasa, tumba una mayoría absoluta y se planta en el gobierno de la mano de comunistas e independentistas. ¿Qué ha pasado aquí? ¿ha habido un atentado? sí, sí que lo hubo, pero también hubo algo más. Las elecciones del 2004 se recordarán como las de los SMS, y no sólo por la jornada de reflexión. Los que dieron la Moncloa a Zapa son los mismos que, día a día, edición a edición, nominan y expulsan, elevan y hunden a toda esta maraña de nuevos famosos, hermanitos, triunfitos, granjeros y demás fauna, Dios mediante el envío de mensajitos para mayor alegría de las televisiones, que han encontrado un filón de ingresos donde antes no había nada.
Este es el gobierno del SMS, del buen rollito, de los lemas breves y aplastantes, de las ideas chachiguais y las declaraciones de 59 segundos. Hace unos años a alguien se le ocurrió coger a un puñado de desconocidos y meterlos tres meses ante las cámaras, hasta lograr que la audiencia conociera de memoria hasta su talla de gallumbos. Como esto ha gustado mucho en nuestro país, pues oye, ya puestos, por qué no probamos la fórmula a nivel político? Genial, puta madre, estamos en democracia y eso nos permite votar lo que no salga de los cojones, aunque sólo sea para jorobar. Así que en vez de al político·famosete de toda la vida pillamos a un don nadie (siguiendo criterios distintos que en la tele: aquí los candidatos han de saber leer), un provinciano con cara de pez y ale, le damos la presidencia, que si no arregla las cosas, al menos nos divertirá mas que el otro sosazo.
Los yankis eligen actores como presis, qué carajo, pues nosotros otorgamos la dignidad a triunfitos, que a chulos no hay quien nos gane. Los ministros largan lo que les place, el presi va a la suya, passsando de todo, y encima los socios de gobierno se lo pasan pipa. Y en los medios, y en el parlamento, ¿de qué se habla? ¿de leyes, de problemas? de los amoríos de unos con otros, de quién se va a la cama con quién y otros temas de mal hablar en público.
El colofón ha llegado por fin: GH + ZP = la España que manda, que nos manda. De Europa (Holanda, tierra mágica) nos vino la gran idea, y ahora vamos a devolver el favor pidiendo el sí a la constitución, el sí a la Europa del circo, de los gladiadores haciendo de emperadores y el pueblo extasiado en las gradas, otorgando el laurel no al mejor, ni al más apto, sino al más atrevido, al más descarado o al más simpático. Si los EE.UU. se parecen a la magna Roma, Europa (España de momento) tira más hacia la decadente Bizancio, con sus disputas sobre la iconoclastia y su pompa solemne que pretende ocultar entre los vapores de incienso la inmensa vacuidad que subyace hoy día bajo la idea de Europa.
Siempre nos queda el consuelo de pensar que en el fondo lo nuestro son juegos de niños; el centro del mundo está cada vez menos en el Atlántico, y cada vez queda menos para que las Azores sean suplantadas por las islas Fidji o las Marianas. Así que no nos crispemos mucho por estas cosas y disfrutemos del acontecimiento, que aunque sólo expulsen una vez al año, el espectáculo es cada día del año.
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