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Sesión Digital

Qué gustazo

Es estupendo, maravilloso, una de esas cosas que te alegran el día. Bravo, sí señor, chapó para la iglesia y sus declaraciones sobre el uso de preservativos. Para alguien como yo que se ha comido unos cuantos libros de historia, oír en directo esta clase de improperios es como viajar atrás en la máquina del tiempo, a esos años en que imperaba el analfabetismo y los poderes fácticos podían inventarse mil historias para esconder el tinglado, confiados en que el vulgo estúpido se lo comería con patatas.

Así es como parece que una parte de la Iglesia, y no la más discreta, sigue pensando hoy, en pleno siglo XXI. Nunca he creído que la fe religiosa fuese algo muy corriente, ni en nuestros tiempos ni en los anteriores. Éste campesino, o aquel señor burgués, realizarían sin duda las pertinentes tareas públicas de culto, destinadas a mantener su posición en la sociedad. Imagino que, además, periódicamente les vendría la vena milenaria y en algo razonarían sobre el tema de lo divino y esas cosas. Pero, a ver, un tío que trabaja los siete días de la semana de Sol a Sol, y que luego se muere de hambre año sí año también, ¿creera en alguna fuerza sobrenatural? lo dudo mucho, más si tenemos en cuenta que el mayor milagro que habrá visto el buen hombre será el crecimiento de una cerda hasta alcanzar los 100 quilos. Lo mismo puede decirse del burguesito, y del resto de peña que, más o menos libre de necesidades materiales, ha tenido que lidiar con los odios, las enfermedades, las desgracias y toda las bromitas que el mundo tiene a bien ofrecer.

Por eso imagino que al leer que, según la iglesia, los preservativos no son eficaces contra el SIDA, mi reacción no ha sido muy diferente de la de muchos de nuestros difuntos antepasados al oír que Carlos II era el enviado de Dios, o que la codicia era pecado, o que lo de currar toda la vida para el señor feudal era cosa buena y piadosa. ¡Ja! a engañar a otro, pringaos, que enmendaré como pueda la papeleta, porque si no me las haréis pasar canutas, pero no me toméis por tonto, que si no tuviérais detrás a los amiguetes empuñando sable, fusil o porra, os enviaba a la mierda en menos que canta un gallo.

Afortunadamente hoy la iglesia no cuenta con esas prebendas, y por eso me importa más bien poco lo que digan esa pandilla de sectarios, histéricos al ver que el tinglado se les viene abajo a velocidad de vértigo. Allá ellos con sus paranoias, que vender la dignidad para pagar los recibos es algo muy usual en los tiempos que corren. Por mi parte, sigo en la línea de los compadres, y me permito el lujo de enviar a la santa madre iglesia católica, apostólica y romana, a la santa y muy bendita mierda, que es un derecho de los ciudadanos el decir lo que les venga en gana, ganado a pesar de la cátedra de San Pedro.

Por otra parte, tampoco estaría mal que alguien les metiera una querella criminal por difamación. Si negar el genocidio es delito, socavar la lucha contra el SIDA no debería serlo menos.

1 comentario

joi -

Amén! ;)
un saludo