Pobres políticos
El ya pasado referendum constitucional francés ha servido, entre muchas otras cosas, para demostrar una vez más lo descolocados que están los políticos dentro de nuestra actual sociedad.
Lo digo por la dimisión del amigo Raffarin, ese gabachete de pinta bonachona, con una retirada al no menos bonachón Charles Laughton. Este señor, que hasta ayer era primer ministro de la France, ha tenido que dimitir con motivo del NO rotundo(?) de los franceses a esta nuestra constitución europea. Razonemos este suceso.
Las dimisiones se producen a consecuencia de actos concretos de los que el dimitido es considerado responsable. Tenemos por ejemplo el caso del Prestige, que se hundió solo y por tanto no es culpa de nadie. O el del Carmel, en que dimitió el encargado de las obras por haber recibido un encargo tan mal hecho, y porque el firmante de la concesión ya no tiene cargo alguno del que dimitir en la administración pública. Otras dimisiones la mar de curiosas son las de los entrenadores de fútbol, que dimiten porque si la cosa va mal, algo ha de hacer la directiva, y no se puede echar a media plantilla de un día para otro.
En el caso de mon ami Raffarin, la dimisión es consecuencia del fracaso del "SÍ". La pregunta es, pues, de qué era exactamente responsable el ex primer ministro. Imagino que Chirac le dijo "Jean Pierre, tienes que hacer que los franceses voten sí o sí en el referéndum". Y el bueno de Jean Pierre debió contestar "Ouí, mon president". Así las cosas, todo parece correcto, sin embargo ¿es función de un primer ministro adoctrinar a su pueblo sobre la elección adecuada en unas votaciones?¿Eso no debería corresponder al aparato de propaganda de los grupos de presión existentes? Porque claro, aquí el ex ministro tenía la función, hablando en plata, de comer la olla a los contribuyentes sobre lo que deben opinar sobre una cuestión nada baladí. Pero ¿un primer ministro no debe atender a toda la sociedad, sus grupos y opiniones por igual, milite donde milite? ¿no es eso lo que viene a decir la constitución?
Algo andará mal, o no entiendo bien el significado de la palabra democracia en nuestros tiempos, o el señor Chirac se ha pasado por el forro del trasero la libertad de expresión (derecho que, curiosa y contradictoriamente, aparece en el proyecto de constitución defendido por este señor). Pero no es este el tema que quería tratar, porque si algún día quiero hacerlo me quedan más cerca los Loquillos, Morancos y demás personajillos que aparecieron en nuestro país pagados por el gobierno en defensa de la hoy fracasada Carta Magna europea.
Raffarin ha dimitido por el NO a la constitución, pero ¿acaso es culpa suya? Nuestra constitución, la de 1978, fue redactada por los representantes de los partidos del arco parlamentario votados el año anterior. La constitución europea, por contra, ha sido engendrada por cierto presidente francés que lleva varios años retirado, y que ha podido escoger con total libertad su grupo de colaboradores. Les imagino encerrados en una mansión a las afueras de Ginebra, dos criados por ponente, mercedes propio y dietas pagadas hasta la extenuación, un grupo de señores, la mayoría de ellos hijos de entreguerras y padres del mundo de la guerra fría, redactando un texto que debe servir no ya para sus hijos, sino para sus nietos y biznietos, aquellos personajillos que ven una vez al mes y con los que ni siquiera se han dignado a cruzar un par de palabras inteligentes porque "no están a la altura" o "son demasiado críos".
Estos señores, encerrados en su torre de marfil, han redactado una constitución que, por muy buena que sea, en ningún caso debería salir del laboratorio donde fue creada. La historia nos explica que los experimentos políticos, desde la república platónica hasta los kibutz hebreos, nunca pasan de experimento. La fragua de las reformas sociales sólo puede realizarse de la mano de la propia sociedad, por muy desconocidos que sean sus nombres y apellidos. Los ancianos tendrán mucho lustre, y sus bibliografías ocuparán varias estanterías, pero difícilmente podrán enlazar con la sociedad.
Efectivamente, a Raffarin le tocaba calzar un pie dentro de un guante; no lo ha sabido hacer, y le han zumbado. Pero repito ¿es culpa suya? Eso de echar la culpa a los políticos de las decisiones políticas adversas a nuestros intereses es un clásico, e incluso podría considerarse que parte de la nómina de los políticos corresponde a "posible cese por causas ajenas al interesado". La función del político como cabeza de turco es todo un clásico, sobretodo cuando ya no se puede empalar judíos o arrancar las uñas a los comunistas, porque estéticamente es feo. Sin embargo, esta curiosa tradición sirve únicamente para ocultar las auténticas causas del fracaso, y no garantiza en ningún caso la mejora de la situación.
Ejemplos de este tipo hay a docenas, igual en nuestro país que en el vecino o en cualquier otro. En el caso del referendum la dimisión del primer ministro enmascara la realidad de un gobierno que actúa contra la voluntad de sus electores, que en vez de servir al ciudadano pretende controlarlo, y resulta que no puede. Como le da mucha rabia reconocer esta incapacidad, se dedica a cortar cabezas, en vez de asumir que la función del político no es indicar al ciudadano lo que debe hacer, sino simplemente gestionar las firmas y el papeleo para permitirle hacer su vida con la mayor tranquilidad posible.
En otros tiempos los políticos actuaban como herederos de la monarquía, pero esto ya es pasado. Los reyes, faraones y emperadores de la actualidad están en los consejos de dirección de las petroleras, las eléctricas y las grandes industrias, desde la automoción al software. Por otra parte, los Papas, Rabinos, Deanes y Diáconos aparecen en los medios de comunicación para dictar la norma dogmática del mes a la plebe, deseosa de guías e índices a los que mirar mientras siguen buscando la luna. En este panorama los políticos se quedan el papel de pintamonas, de esos visires que querían ser "El Califa en lugar del Califa", alejados de una realidad que desprecia sus consejos y opiniones salvo cuando pueden ser de una cierta utilidad a corto plazo.
Tal vez sea éste el primer paso que deban dar aquellos que pretendan mantener el sueño de una Europa unida bajo una misma constitución. En una Europa con decenas de millones de universitarios, más cientos de millones de ciudadanos con estudios de grado medio, las consignas del político, los discursos del orador ya no entran en el cerebro de la gente por la puerta grande. En resumen, y para cerrar de algún modo: Europa será de sus ciudadanos o no será.
Lo digo por la dimisión del amigo Raffarin, ese gabachete de pinta bonachona, con una retirada al no menos bonachón Charles Laughton. Este señor, que hasta ayer era primer ministro de la France, ha tenido que dimitir con motivo del NO rotundo(?) de los franceses a esta nuestra constitución europea. Razonemos este suceso.
Las dimisiones se producen a consecuencia de actos concretos de los que el dimitido es considerado responsable. Tenemos por ejemplo el caso del Prestige, que se hundió solo y por tanto no es culpa de nadie. O el del Carmel, en que dimitió el encargado de las obras por haber recibido un encargo tan mal hecho, y porque el firmante de la concesión ya no tiene cargo alguno del que dimitir en la administración pública. Otras dimisiones la mar de curiosas son las de los entrenadores de fútbol, que dimiten porque si la cosa va mal, algo ha de hacer la directiva, y no se puede echar a media plantilla de un día para otro.
En el caso de mon ami Raffarin, la dimisión es consecuencia del fracaso del "SÍ". La pregunta es, pues, de qué era exactamente responsable el ex primer ministro. Imagino que Chirac le dijo "Jean Pierre, tienes que hacer que los franceses voten sí o sí en el referéndum". Y el bueno de Jean Pierre debió contestar "Ouí, mon president". Así las cosas, todo parece correcto, sin embargo ¿es función de un primer ministro adoctrinar a su pueblo sobre la elección adecuada en unas votaciones?¿Eso no debería corresponder al aparato de propaganda de los grupos de presión existentes? Porque claro, aquí el ex ministro tenía la función, hablando en plata, de comer la olla a los contribuyentes sobre lo que deben opinar sobre una cuestión nada baladí. Pero ¿un primer ministro no debe atender a toda la sociedad, sus grupos y opiniones por igual, milite donde milite? ¿no es eso lo que viene a decir la constitución?
Algo andará mal, o no entiendo bien el significado de la palabra democracia en nuestros tiempos, o el señor Chirac se ha pasado por el forro del trasero la libertad de expresión (derecho que, curiosa y contradictoriamente, aparece en el proyecto de constitución defendido por este señor). Pero no es este el tema que quería tratar, porque si algún día quiero hacerlo me quedan más cerca los Loquillos, Morancos y demás personajillos que aparecieron en nuestro país pagados por el gobierno en defensa de la hoy fracasada Carta Magna europea.
Raffarin ha dimitido por el NO a la constitución, pero ¿acaso es culpa suya? Nuestra constitución, la de 1978, fue redactada por los representantes de los partidos del arco parlamentario votados el año anterior. La constitución europea, por contra, ha sido engendrada por cierto presidente francés que lleva varios años retirado, y que ha podido escoger con total libertad su grupo de colaboradores. Les imagino encerrados en una mansión a las afueras de Ginebra, dos criados por ponente, mercedes propio y dietas pagadas hasta la extenuación, un grupo de señores, la mayoría de ellos hijos de entreguerras y padres del mundo de la guerra fría, redactando un texto que debe servir no ya para sus hijos, sino para sus nietos y biznietos, aquellos personajillos que ven una vez al mes y con los que ni siquiera se han dignado a cruzar un par de palabras inteligentes porque "no están a la altura" o "son demasiado críos".
Estos señores, encerrados en su torre de marfil, han redactado una constitución que, por muy buena que sea, en ningún caso debería salir del laboratorio donde fue creada. La historia nos explica que los experimentos políticos, desde la república platónica hasta los kibutz hebreos, nunca pasan de experimento. La fragua de las reformas sociales sólo puede realizarse de la mano de la propia sociedad, por muy desconocidos que sean sus nombres y apellidos. Los ancianos tendrán mucho lustre, y sus bibliografías ocuparán varias estanterías, pero difícilmente podrán enlazar con la sociedad.
Efectivamente, a Raffarin le tocaba calzar un pie dentro de un guante; no lo ha sabido hacer, y le han zumbado. Pero repito ¿es culpa suya? Eso de echar la culpa a los políticos de las decisiones políticas adversas a nuestros intereses es un clásico, e incluso podría considerarse que parte de la nómina de los políticos corresponde a "posible cese por causas ajenas al interesado". La función del político como cabeza de turco es todo un clásico, sobretodo cuando ya no se puede empalar judíos o arrancar las uñas a los comunistas, porque estéticamente es feo. Sin embargo, esta curiosa tradición sirve únicamente para ocultar las auténticas causas del fracaso, y no garantiza en ningún caso la mejora de la situación.
Ejemplos de este tipo hay a docenas, igual en nuestro país que en el vecino o en cualquier otro. En el caso del referendum la dimisión del primer ministro enmascara la realidad de un gobierno que actúa contra la voluntad de sus electores, que en vez de servir al ciudadano pretende controlarlo, y resulta que no puede. Como le da mucha rabia reconocer esta incapacidad, se dedica a cortar cabezas, en vez de asumir que la función del político no es indicar al ciudadano lo que debe hacer, sino simplemente gestionar las firmas y el papeleo para permitirle hacer su vida con la mayor tranquilidad posible.
En otros tiempos los políticos actuaban como herederos de la monarquía, pero esto ya es pasado. Los reyes, faraones y emperadores de la actualidad están en los consejos de dirección de las petroleras, las eléctricas y las grandes industrias, desde la automoción al software. Por otra parte, los Papas, Rabinos, Deanes y Diáconos aparecen en los medios de comunicación para dictar la norma dogmática del mes a la plebe, deseosa de guías e índices a los que mirar mientras siguen buscando la luna. En este panorama los políticos se quedan el papel de pintamonas, de esos visires que querían ser "El Califa en lugar del Califa", alejados de una realidad que desprecia sus consejos y opiniones salvo cuando pueden ser de una cierta utilidad a corto plazo.
Tal vez sea éste el primer paso que deban dar aquellos que pretendan mantener el sueño de una Europa unida bajo una misma constitución. En una Europa con decenas de millones de universitarios, más cientos de millones de ciudadanos con estudios de grado medio, las consignas del político, los discursos del orador ya no entran en el cerebro de la gente por la puerta grande. En resumen, y para cerrar de algún modo: Europa será de sus ciudadanos o no será.
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