Agrupémonos todos
Los quinientos trabajadores del aeropuerto del Prat no habrían cantado con tanta alegría de saber la que se les avecinaba. En las imágenes de televisión se les ve eufóricos, poderosos ante la quincena de antidisturbios que no pueden hacer otra cosa que observar desde la distancia. "No nos moverán" cantaban a coro desde la pista del aeropuerto, quizás desconocedores del increíble caos que estaban generando.
Cuando la acumulación de stocks y la externalización de la producción están acabando con la razón de ser de las huelgas, estos señores han dado un golpe de mano digno de atención. La propia reacción de las autoridades demuestra la falta de previsión -de imaginación podría decirse también- ante una protesta realizada de forma autónoma. Ni partidos ni sindicatos aparecen detrás de esta gente. No hay banderas ni eslóganes prefabricados que enlacen sus problemas con temas más genéricos. Quinientos trabajadores, currantes, sin estudios ni postgrados en Yale. Quinientos "donnadie" que no han recibido entrenamiento en Libia, ni se han leído un sólo libro del Che, han demostrado lo que decían los revolucionarios del XIX una y otra vez. Hace más de 2000 años, Alejandro Magno pidió que le mostraran el Nudo Gordiano. Decían que quien supiera deshacerlo tendría el control de toda Asia. El macedonio no lo dudó, desenvainó la espada y cortó el nudo en un periquete. Más o menos así se han ido solucionando los diversos entuertos hasta nuestros días. Al final, el más fuerte es quien se lleva el gato al agua. Sin comerlo ni beberlo, los trabajadores de Iberia en el Prat han deshecho su particular nudo gordiano, con la misma facilidad con que el bueno de Alejandro cortó el original.
A día de hoy los ánimos se han calmado, los aviones han despegado y miles de denuncias se han tramitado por parte de los viajeros damnificados. Los huelguistas han sido juzgados y condenados por el tribunal de la opinión pública, y el gobierno ha dado orden de actuar sin dilación ante cualquier otro intento de sabotaje. ¿Sirve eso de algo? Pueden aguantar un mes, dos, hasta seis meses en alerta, con un retén de antidisturbios en el aeropuerto, ¡que movilicen al ejército si se sienten más seguros! Porque como decía un guardia civil, si la acción no pudo ser detenida fue porque la originaron los propios trabajadores, las mismas personas que se pasean a diario por la pista, son los que la han bloqueado. La única solución viable ¡ay! sería impedir a los trabajadores acudir a sus puestos de trabajo, y que el aeropuerto funcionara por la gracia de dios.
¿Huelga salvaje? ¿Terrorismo de baja intensidad? La cruda realidad es que el método viene de una escuela sita en la Diagonal, llamada ESADE, que no suele recibir tales epítetos. Es lo que aprenden los dirigentes del mañana, los futuros directores generales, alcaldes, secretarios y consejeros: aprovechar el flanco débil, atacar donde más duele en nombre del libre comercio. ¿No es lo que han hecho estos trabajadores? En el mercado libre de la mano de obra estos trabajadores han puesto en práctica los métodos habituales del capitalismo, y por ello les llaman salvajes. Lo son sin duda, pero ¿qué hacer? El individualismo es lo que tiene, que si sólo piensas en tí poco importa hacer perder decenas de millones de euros a la empresa donde trabajas. ¿No es esa la política de la empresa? Si dejamos de ser personas trabajadoras para ser unidades productivas, ¿qué nos importa el hundimiento del negocio, si al negocio le importa una mierda nuestro hundimiento como personas?
Las personas, esa es la piedra de toque. Las personas que esperaban tomar un avión han actuado en este enfrentamiento -como diría el gobierno israelí- de "escudos humanos" de la empresa. Sucede en muchas ocasiones, que las luchas obreras son aplastadas antes de comenzar con el argumento del daño que provocan a los demás. Los médicos cobran 1.200 euros al mes, pero no pueden ir a la huelga porque moriría gente. Los ferrocarriles deben circular todos los días a todas horas, a pesar de que los derechos de los trabajadores sean recortados una y otra vez. Sin embargo, la máquina generadora de capital no puede detenerse ante las desgracias de sus afectados. Cuando ésta actúa se habla de "casos individuales", cuando actúan los trabajadores en cambio la afectada es "la sociedad", en pleno, hasta los que están de viaje por Mongolia
Las personas, de eso hablamos en esta huelga. De las 500 personas que ven en peligro su fuente de ingresos. Obviamente, es más complicado que el maniqueísmo que utilizo en estas líneas, y en esta complicación se encuentran muchas de las causas de estos fangos que pisamos. Pero ello no varía la lección: las personas, los casos individuales, tenemos poder: personas sirven el café en las reuniones de los poderosos, y les desplazan en coche de un sitio a otro. Personas recogen las basuras a diario, y de no hacerlo pueden convertir una ciudad en inhabitable. Personas, en el otro lado de la barrera, son las que mantienen a muchas empresas con su consumo; en sus manos está hundirlas. Unidad e imaginación, sin pegar un solo tiro, han permitido a 500 "mindundis" pillar de los mismísimos a una multinacional como Iberia, y al gobierno en pleno de la Generalitat. Tomar conciencia de este poder, y saber utilizarlo para el beneficio colectivo, es el camino que debemos seguir los miembros de la "plebs" si no queremos acabar peleándonos unos con otros, a tiros o quitándonos los empleos, que de plomo o de hambre igual se muere.
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