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Tonto el que no vote

Tonto el que no vote

En Cuba Fidel agoniza, los exiliados de Miami se emborrachan para celebrarlo. Mientras tanto, Manuel Fraga llama a la Habana, se informa de la situación y no comparte los datos con la prensa de aquí, porque la salud del comandante es "secreto de estado". Tras más de cuarenta años al frente de la isla, la biología logrará lo que diez presidentes de los vecinos Estados Unidos no lograron. Fidel morirá invicto en la cama y una nueva América nacerá tras de él.

En la facultad de historia aprendí que los líderes no son generadores de situaciones, sino consecuencias de las mismas. Mal que les pese a los liberales, la actuación colectiva de las personas supera en fuerza e influencia a las acciones individuales -con las excepciones que hagan falta, claro está. Incluso los peores dictadores están condenados a actuar en el lugar y el tiempo en que la biología les ha situado, eso es inamovible. Por eso no deja de resultarme graciosa la idea que muerto Fidel, se acabó la rabia: montamos unas cuantas urnas y Cuba será como el estado de Philadelphia pero con playa y palmeras, ¡ja!

Ahora observen la fotografía que acompaña este texto. Corresponde al Congo, y hace referencia a las elecciones celebradas hace tres días en el país africano. Más concretamente, asistimos al proceso de recuento y verificación de los votos por parte de la autoridad Congoleña. La imagen ilustra claramente lo dicho más arriba: la democracia no es sólo poner a un dirigente "demócrata" en la poltrona. Por mucho que los congoleños pongan esfuerzo y buena voluntad, es imposible realizar una buena práctica democrática en estas condiciones. Los liberales, o para ser más genérico, los defensores del individuo como centro de la condición humana, ignoran que la democracia, como la mayoría de las cosas, no es únicamente voluntad humana. Digan lo que quieran los padres de la patria norteamericana, para alcanzar un sistema de gobierno democrático hace falta una preparación de la población, una culturización, y sobretodo una alimentación de la misma.

En la actual situación, resulta curioso que sea Cuba, una dictadura, uno de los países mejor preparados para dar el paso hacia una democracia estable y duradera. Al contrario que los países satélites de los EE.UU., desde Nicaragua a Afganistan, en Cuba no hay elecciones pero sí democracia, no hay partidos pero sí una ingente sociedad civil, dispuesta a sacar la cabeza en cuanto la situación se lo permita, o dando vueltas por el mundo con el plácet del generalísimo, bailando en los grandes teatros de Europa, u operando a corazón abierto en los mejores hospitales del mundo. ¿Se imaginan ustedes a esta población viviendo bajo un sistema democrático? No es difícil hacerlo.

Vayan ustedes por contra a uno de estos países donde Occidente pretende implantar la democracia por las buenas. Ahí tienen a un Karzai que debe salir de Afganistan para ejercer de presidente; por allá ven ustedes a unos palestinos que, a fuerza de observar la cercana democracia israelí, los muy cafres han acabado por votar a Hamas (como nosotros con Napoleon, ¡vivan las caenas!). Cuando el país de Kissinger dice querer ayudar a un país a instaurar la democracia, que tiemble. Porque la democracia que ofrece occidente a sus convecinos es la de la partida perdida. Les invitan a participar en un juego donde las buenas cartas ya han sido repartidas, y sólo queda el papel de perdedor. Aquellos que pretenden participar en igualdad de condiciones o -pecado de pecados- jugar a otro juego con los de su tamaño, son tildados de salvajes, dictadores y -ay, las modas- terrorista. Ahí tienen al Congo, intentando hacer unas elecciones "como las de verdad", mientras las empresas occidentales siguen extrayendo de sus entrañas a precio de risa los materiales para fabricar PlayStations. Sabe bien Europa y América que para que un país sea democrático requiere autonomía financiera, pero ¿les darán el control de su propio subsuelo? No, son terroristas! son ladrones! Mientras tanto, en cuatro o cinco décadas África será un erial, y la democracia un recuerdo, para muchos una pesadilla.

Fidel, el dictador, el asesino, el enemigo número uno del mundo libre en América, deja como legado un país al borde de la democracia. Cuando llegó al poder, la isla no se diferenciaba mucho del Congo que podemos ver en las imágenes. Hoy día Cuba tiene la estructura, la experiencia y los medios (escasos y pobres, pero están) para convertirse en una democracia, no como las de verdad, sino de verdad. Una democracia tan corrupta como las europeas, tan imperfecta, tan injusta, pero a la vez el mejor gobierno que conocemos desde que al hombre le dio por escribir. Y todo ello gracias a un dictador, asesino y enemigo de la democracia.

Occidente sigue y seguirá impidiendo la ampliación del club de los demócratas, porque le sale más a cuenta tener a una parte de la población viviendo en plena edad media (véase los contactos con los saudíes, el ejército pakistaní o nuestros buen amigo Reza Pahlevi, ex·Sha de Persia) que aceptarlos en el grupo y tener que repartir el pastel. De ahí su técnica de comenzar la casa por el tejado, hablando de urnas en lugar de escuelas, porque las unas sin las otras no pueden vivir, el resultado: lo hemos intentado, no han querido, podemos expoliarlos legítimamente. El cubano no picó, se fue a los cimientos, y por eso occidente no le soporta. Cuarenta años después deja un país que en muchos temas vence a "democracias" tan "desarrolladas" como Uruguay, Perú o Venezuela, y ello con bloqueos comerciales, amenazas y boicots varios del enemigo más peligroso del mundo.

Ahí queda la "democracia" cubana, sin urnas pero con escuelas, sin visitas a la Casa Blanca pero con dignidad; sin libertad de expresión, sin habeas corpus, sin libertad de empresa, pero esto es lo que pasa el cualquier otra democracia pilotada por occidente.

 

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