Periodismo sin periodistas
Siguiendo con los desquites, hoy toca hablar del ínclito Xavier Sala i Martí. Lo malo de tratar las cosas a toro pasado es que tienes la sensación de que repites lo ya dicho, pero como es mi blog, pues tiro p'alante. Porque cosas así no pasan todos los días. No recuerdo ninguna otra entrevista publicada que acabase con un "quiero una copia de la cinta", que es un comentario más bien feo, y que debería de hacer reflexionar no sólo al entrevistador, sino al diario que lo ha publicado.
Un servidor se enorgullece de haber tenido buenos profesores de redacción, y aunque conmigo la cosa no cuajó, sí recuerdo con claridad la norma de quitar los andamiajes: una vez concluyas un texto, repásalo y elimina todo aquello que te ha servido de apoyo pero que resulta feo de dejar, igual que los andamios se retiran de la obra completada, para que quede limpia y coquetona. Claro, pedir una copia de la entrevista, más que un andamio es una grúa de gran tonelaje, y por muy economista que seas, eso es una cagada por todo lo alto. ´
Dirán los más listos de la clase que el comentario se dejó para evidenciar lo fascineroso del personaje, sus pocos escrúpulos y el poco respeto hacia el entrevistador y -por alguna asociación que se me escapa- hacia los lectores. Pero claro, por la misma regla de tres, deberíamos tratar de miserables hasta el último de los políticos porque, desde que el método de campaña electoral norteamericana se importó, el control que los gabinetes de comunicación de los partidos ejercen sobre la prensa supera en muchos enteros el presunto mal gusto de este comentario. Cuando, por enésima vez, los telenoticias de TV3 dan la información sobre la campaña electoral sin firmar en señal de protesta por el reparto de tiempo. Cuando hace décadas que los políticos tienen la lucecita en los mítines que avisa de las conexiones en directo. Cuando, en definitiva, la inmensa mayoría de las entrevistas a políticos tienen como requisito previo el envío de las preguntas para su revisión, resulta de una demagogia inmensa levantar la bandera de la libertad de expresión porque el amigo Monty, de cara y sin tapujos, pide la cinta de una entrevista que, menos seria, fue de todo.
Porque aquí está el colmo de la cuestión. Un servidor se va a ofrecer para cuadrar el balance económico de su empresa el próximo año. Lo haré bien o mal, pero seguro que lo hago. Algo así debió pensar Sala i Martí cuando le propusieron entrevistar a los candidatos. Otra cosa es que luego el resultado sea una vergüenza para la profesión periodística en general, y para la cabecera que lo publicó en particular. Pero como el de las americanas es economista, pues se la trae al pairo, que si el diario se hunde siempre le quedará Columbia (como bien apuntó Montilla).
Una de las cualidades del periodismo es que, como el fútbol o la enseñanza, se trata de un oficio del que todo el mundo sabe y opina alegremente. Y aquí tienen ustedes al señor Sala i Martí que se piensa que de escribir un artículo al mes sobre economía, a entrevistar a un candidato en plena campaña, sólo hay una diferencia de espacio en página. Vamos, que entre las cuentas que hago para il al super y los presupuestos generales del estado sólo hay diferencias de matiz, que si las sumas tienen más ceros y cosas así. Realmente ha demostrado que la carrera de economía sirve para enseñar economía, y nada más. ¿Acaso se cree este adolescente cuarentón que los periodistas se tragan los sapos porque les va el látigo? ¿Tal vez se piensa que a la gente le interesan más sus preguntas que las respuestas del entrevistado?¿O es que ha querido aprovechar este cuarto de hora de gloria para demostrar que, además de llevar americanas tan originales como desagradables, también sabe preguntar de la misma forma original y desagradable? Que le den el encargo de entrevistar a los candidatos a un economista es un agravio para los profesionales del medio, pero que la publiquen tal y como se vio, es una vergüenza para el medio. Una cosa es hacer periodismo comprometido, no cortarse a la hora de preguntar y poner el dedo en la llaga. Pero en la entrevista lo que se ve es muchos malos modales, mucha chulería en las preguntas, y una ineptitud total para lograr que el entrevistado se abra y acabe soltando lo que tenía pensado callar.
En situaciones como ésta, los que están acostumbrados a tratar con la prensa suelen mantener una sonrisa impoluta mientras con la mirada intentan decirle al entrevistador (ojo, no confundir con periodista, porque Sala i Martí no lo es para nada) lo imbécil que es. Montilla tiene ya el culo pelado de tratar con esta gente, no en vano lleva una carrera política mucho más larga y fructífera de lo que puedan serlo el 95 % de las universitarias (ay, esos universitarios que se creen que por ir a clase y tener el título saben algo). Que el hombre dijese lo que dijo da qué pensar, y no porque perdiese los nervios (craso error en un político) sino en qué habrá pasado para que un tío que lleva décadas en este embrollo los pierda. No en vano, siendo ministro seguro que ha oído y soportado piedras más grandes, y no se le ha visto cabreado en ningún momento. Sin embargo, lo que no ha logrado un ministerio, va un payaso y se lo saca en unos minutos. Yo imagino que será el porte, el comportamiento del individuo que hacía las preguntas. Si te las hace un periodista tragas el sapo, pero si lo que tienes delante parece más bien un vendedor de aspiradoras preguntando por la vida sexual de tu mujer, normal que te cabrees. Vean ustedes el caso de Ahmadineyad, el presi iraní, entrevistado hace unas semanas por la CBS. El entrevistador del programa "60 minutes" le acusó poco más que de ser el nuevo Adolf Hitler, y el persa aguantó como un campeón dejando en ridículo al otro tipo. Imaginen ustedes si se hubiese dedicado a intercalar preguntas sobre qué dice el Corán sobre la vida sexual, o a relacionar el armamento nuclear con las canciones de infancia del presi. A buen seguro que el presi habría mandado a su interlocutor a la mierda.
Casos así pueden ustedes imaginar los que quieran, y en el parlamento catalán se dicen mucho más gordas, pero sin continuar con una pregunta estúpida del estilo de ¿se conoce usted la letra del Virolai? porque uno va al trabajo a pringar con mucha dignidad, pero a que se te rían en la cara ni hablar. Sala i Martí, con su ego technicolor y la superioridad racial que le da el ser profesor de economía en los EE.UU.'s, se ha mofado del candidato. Lo ha hecho a pesar de que Montilla podría simplemente haber rechazado la oferta porque el entrevistador ha hecho en varias ocasiones campaña a favor de Artur Mas, porque un economista ex·presidente del Barça, que es conocido por el público únicamente por sus americanas (sin ellas quién sabría de tí, Javier) no es la persona más adecuada para cubrir una entrevista para un medio. Sin embargo aceptó, fue y tragó, pero cuando se cachondean de tí en la cara has de saber decir basta, y aunque monty lo hico con bastante mal genio, fue mil veces mejor que si hubiera tragado como un bobo pensando exclusivamente en quedar bien ante la cámara.
Confío en que la próxima vez que La Vanguardia quiera amenizar la sección de política, lo haga diferenciando claramente lo que es información objetiva de lo que, como mucho, puede describirse como broma de mal gusto.
1 comentario
fredy -
xD
je, en serio. que estoy totalmente de acuerdo.