Lo bien que escriben algunos
Lo primero son un par de noticias cazadas al vuelo en el telediario, y si tienen sangre mejor. A continuación delimítese claramente dentro de la información a un malo malísimo, responsable único y genial de todas las desgracias acontecidas desde lo de Cuba hasta nuestros días. Por último, redáctese una columna de opinión con mucha rotundidad, baja estofa y sazonada de improperios con aroma literario, que se sepa que es leído. Ésta podría ser la receta para escribir opiniones a lo Pérez·Reverte, en esa columna dórica que aparece regularmente en Xlsemanal, en la que este antiguo corresponsal hinca el diente a lo más variopinto del país. El comentario no es gratuito, y viene por lo que publica esta semana el cartaginés, sobre lo sucedido en Martorell. La cosa tiene más guasa porque coincide este hecho con la denuncia interpuesta por la Guardia Civil contra algunos vecinos de la localidad por desórdenes públicos.
Porque el señor Pérez·Reverte dice unas cuantas verdades en su artículo, y muy remarcable es una de las frases con que lo cierra: “puede ocurrir que, para el próximo acto en territorio hostil, el agredido se haga acompañar de unos amiguetes; que cada cual tiene los suyos. Y al primero que quiera sacudirles con la pancarta, en vez de decir socorro, pupa, el suprascrito y sus compadres le metan la pancarta por el ojete”. Sin embargo, como ha sucedido en muchas otras ocasiones, en que tanta rotundidad y tanto jincarse a tal y a cual dejaban un tufillo a hablar de oídas, el texto completo está hablando de una realidad televisiva, mediática, desacorde con los hechos tal y como sucedieron en Martorell.
Dice el articulista que nada de salir por la puerta de atrás; aquel aciago día Acebes y compañía debían salir por delante, y los cuerpos policiales deberían haber cargado contra la chusma que se arremolinaba con la intención de coartar la libertad de expresión de los peperos. Y ahí la caga. Pérez Reverte reivindica una carga policial que sucedió, y que acabó generando la única agresión de la velada: un benemérito porrazo a una chica del pueblo que acabó con el brazo roto.
Porque claro, la opinión es libre y uno puede “jincarse” en quien quiera, pero saber de literatura no significa saber de todas las cosas del mundo. Del resto de opiniones del cartaginés nada tengo que decir porque poco o nada se más que él, pero en el caso de Martorell he hablado con los que acudieron, y veo que los individuos acusados no agredieron a nadie, salvo al buen gusto en la retórica, con abuso de improperios e insultos, que por otra parte yo subscribo. Repito que las únicas agresiones vinieron por parte de los populares, que los que fueron a protestar lo hicieron pacíficamente y en uso de su libertad de expresión, en respuesta a unos señores que, precisamente hoy también, anuncian la continuación de la campaña contra los productos catalanes, de izquierdas y derechas, nacionalistas o no, sólo por ser catalanes. Cuando uno va renegando de la madre del personal por un medio público, lo menos que puede esperar es que el aludido decida contestarle adecuadamente, más aún cuando lo que dices no es que “no me parezca bien” tal o cual cosa, sino que le tratan de pseudoterrorista en el primer plato, y luego lo trufan de insolidaridades y acusaciones de nazismo en el principal. Nunca, nadie, Jamás me ha dicho algo del estilo de “parla català imbècil” al hablar castellano en público con algún amigo por Barcelona. Sin embargo, saliendo del principado, y aún sin cruzar sus fronteras, he oído más de una vez el “enano, habla castellano” o el “esto es España, así que habla castellano imbécil” dirigidos particularmente a mi persona por usar la lengua de Maragall (Joan) con algún amigo.
Por eso no es de extrañar que, cuando el señor que sale por la tele diciendo lo que dice venga a tu pueblo, la cosa ya esté un tanto pasada de vueltas y los lugareños pasen directamente al “perezrevertismo” a la hora de expresar sus libres opiniones. Sin embargo, repito para que quede clarísimo, no hubo ni una agresión por parte de la gente que se reunió en Martorell para ejercer su derecho de réplica contra las afirmaciones de Acebes. Un servidor, que siempre ha echado pestes del catalanismo por retrógrado y populista, contempla cómo los que dicen querer acabar con él generan un discurso igual de retrógrado y populista. Hablan de Catalunya desde Valladolid y Alcobendas, y le añaden una mala leche a la situación catalana que para nada existe en la realidad, como queda bien reflejado en la foto que publicaba el miércoles La Vanguardia, en que los candidatos de los cinco grandes partidos posaban juntos en la jornada de reflexión. Por muchas barbaridades que digan los políticos en el Parlament, la sangre nunca llega al río.
El señor Pérez Reverte debería saber de qué habla antes de bordar esvásticas en las solapas del distinguido, porque son palabras mayores y muy feas que generan la mala leche que él mismo dice que pretende evitar. Antes de elogiar los cojones de los populares y la facilidad con que pueden movilizar a una columna de camisas azules para tareas de protección, debería recordar a los señores de la gaviota -como ha hecho otras tantas veces desde su columna a otras tantas personas- que no se puede ir echando gasolina a la convivencia ciudadana sólo por mantener un empleo. que la política es diálogo y no berridos de "Santiago y cierra España", que para eso ya tenemos el sector privado.
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