Toma tres
Ya puede decirse alto y claro que en Catalunya volveremos a ver un tripartito en el gobierno. ERC no ha hecho más que un amago de negociación con CiU para luego saltar en brazos de Montilla, que ha sabido mantener la calma mucho mejor que Mas, el candidato de una CiU que ha tardado décimas en ofrecerle a los republicanos todo menos la presidencia.
Nada más saberlo, el PP, la sección catalana del Movimiento y sus medios afines han puesto el grito en el cielo; un grito mezcla de risa histérica y rabia contenida ante cuatro años más a la sombra, por mucho que el partido de los cómicos y los columnistas haya sacado tres inútiles diputados, con los cuales sólo pueden ser decisivos para las respectivas economías familiares de los nuevos parlamentarios.
Por mucho que berreen en cierdos medios de comunicación, este tripartito apunta diferencias respecto al anterior. Para comenzar desaparece Maragall, ese político más parecido a un candidato yanqui que al clásico militante. Su presencia a modo de crack brasileño con plena movilidad en el campo generó muchos de los desbarajustes del anterior gobierno. Lo mismo puede decirse de los consellers y demás provenientes de ERC, que con sus declaraciones daban a entender que seguían en la oposición pese a ocupar carteras gubernamentales.
Según parece, el nuevo pacto del Tinell comienza con un acuerdo Montilla·Carod para no tirarse los trastos a la cabeza mientras compartan la dirección del principado. Carod consigue el número 2 del gobierno y varias “consellerías” claves, a cambio de bajarse los pantalones y aprender a tener la boca cerrada. El cambio se ha notado desde el comienzo en los republicanos, que han renunciado a consultar el acuerdo con las bases, como hicieron con el estatut catalán. Tal como recuerda hoy un lector de La Vanguardia en las cartas al director, los miembros del gobierno están para servir a los catalanes, y no a los militantes de su partido. Primera lección aprendida.
Otra cosa que ha cambiado es el peso de la “cuestión nacional” en el debate público. Si hemos tenido que soportar tres años de debates sobre qué era Catalunya, en la recién finiquitada campaña electoral los temas a debate han girado en torno a vivienda, infraestructuras y desarrollo económico, con muy pocas críticas a Madrid. Aprobado el nuevo Estatut, sus impulsores (incluidos los que hicieron campaña en contra) no pueden seguir llorando so pena de ser tachados de inútiles y mentirosos. Por otra parte, la ofensiva de cierto sector de la sociedad española contra todo lo que huela a catalán es una clara advertencia a los lodos en que caerán aquellos que pretendan ir demasiado lejos en el tema del catalán, la independencia y todas esas cosas. La prueba más patente es la consecución de tres diputados por parte de Ciutadans, un partido de tintes lerrouxistas que con la bandera del anticatalanismo han obtenido el apoyo de varios medios de comunicación, así como de una porción de los votantes catalanes de difícil definición (tal como quedó patente en su congreso fundacional).
En las relaciones estatales también se ve un cambio de calado: si cuando se firmó el pacto del Tinell el presidente del gobierno era Aznar, ahora lo es el socialista Zapatero. Digan lo que digan, Montilla ha perdido unos cuantos pelos en negociaciones políticas, y difícilmente se rebajará a ser un apéndice del PSOE, panorama al que le condenaba la sociovergencia. Lo más sensato es pensar que a Montilla le va bien que Zapatero esté en Madrid, y viceversa, porque un político donde mejor está es en el gobierno, y si en el pueblo de al lado también gobierna un amiguete, mejor que mejor. Lo mismo puede decirse de ERC, que pese a obtener réditos electorales cuando gobierna la derecha, tendrá muchas más libertad con un socialista en la Moncloa. Esta relación también puede ser recíproca, pues los 8 diputados de ERC en el parlamento son justo los que el PSOE necesita para, junto con IU, tener la mayoría. Así las cosas, Carod y Puigcercós deberán demostrar en esta nueva legislatura que son un partido de gobierno, de los que saben pisar barro y tragar sapos manteniendo la sonrisa impoluta.
La situación se presenta, pues, más sosegada que en la anterior legistatura. Ya se ha visto en la campaña electoral, de las más tranquilas que se recuerdan, así como en la participación, también muy tranquila. Para recuperar los votantes perdidos hará falta inaugurar muchas cosas, pelearse lo menos posible y no cometer cagadas innecesarias, tipo coronas de espinas, reuniones con etarras, infudadas acusaciones de corrupción y demás. Tampoco sería inteligente entrar en el debate nacionalismo·antinacionalismo·islamismo·judeomarxismo que ciertos grupos de presión de la meseta intentan exportar al área mediterránea. Teniendo un presidente nacido en Iznájar es fácil repeler las acusaciones que se lanzan sobre el país de insolidarios, balcanizadores, ladrones y apestosos. Bastará con ignorarlas hasta que sus voceros se cansen o Riuz Gallardón les fagocite en su propia casa.En cualquier caso, veremos lo que pasa; en seis meses tenemos municipales y muchas cosas podrían cambiar a tesón de los resultados, aunque una no lo hará: la política catalana vive y vivirá bastante al margen de la española.
0 comentarios