¿Qué ha pasado en Cataluña?
Visto desde Barcelona, el resultado electoral del pasado domingo genera un contrasentido de lo más curioso: da como gran vencedor a un partido con centro en Madrid, con una rotundidad que no se encuentra en ninguna de las anteriores elecciones. Sin embargo, el resultado es una expresión clarísima de las diferencias existentes entre Cataluña y el resto del estado.
Tal como recuerdan muchos analistas, el resultado ha sido uno en Cataluña y otro en España (el resto de, entiendan los ofendidos). En el principado gana el PSOE de calle, mientras en España ha sido el PP claro vencedor, con aumento considerable de votos y escaños.
Las lecturas que se hacen sobre esta situación van desde el fracaso del discurso nacionalista hasta las españolización de Cataluña (y el País Vasco, donde ha pasado otro tanto). En efecto, la victoria de un partido con sede en Madrid supone un grave mazazo para aquellos que han hecho de las aspiraciones soberanistas su bandera. Sin embargo, el contexto en que se han realizado estas elecciones me hacen dudar sobre lo correcto de esta explicación.
Por una parte tenemos un Partido Popular que, no hace mucho, emitía anuncios electorales en Andalucía donde venía a decir que Chaves robaba el dinero a los andaluces para dárselo a los catalanes. Así, tal vez no con estas palabras exactas, pero el significado era rotundamente éste, que los catalanes –todos, de izquierda o derecha, altos o bajos- robábamos a los andaluces –léase por extensión a todos los buenos españoles. Se trata de la punta de un iceberg bajo el cual encontramos toda clase de críticas al gobierno catalán principalmente, pero también a la sociedad catalana por votar a políticos tan aberrantes. Según el discurso del PP, vamos, los catalanes somos una especie de bichos raros o enfermos, de dudosas aptitudes mentales, que requerimos de alguien con auténtico sentido común –no ese invento del seny, fruto del cáncer nacionalista- que llevamos años viviendo del dinero que “robamos” al resto de España, mientras no paramos de llorar por temas que deberíamos arreglar nosotros mismos.No importa que temas como la red de cercanías o los apagones sean responsabilidad del gobierno central, tanto da que la partida de sanidad destinada a Catalunya desde Madrid no haya crecido un sólo euro en el último lustro (cuando la población lo ha hecho en un 15 %) ni tampoco es responsabilidad del gobierno central (aunque suya sea la competencia) que todas las autopistas salvo una (inaugurada no hace ni una década) sean de pago. La culpa, para el PP, es de los catalanes y de nadie más. Y aún podríamos hablar del tema cultural, del más “nacionalista”, y del colegio ese que ha montado la Aguirre en Madrid para niños “especiales”, es decir, para los que tienen la desgracia de hablar en catalán. O del revuelo por la ley que obliga a rotular los comercios en catalán, tan denostada por los mismos que exigen hablar el español como requisito para obtener la nacionalidad ¿No habíamos quedado que la lengua no importaba?.
Este PP ya hace tiempo que tomó la decisión de sacrificar Cataluña en beneficio de España (el resto de, entiendan los ofendidos). Si por Rajoy fuera, la habría despellejado para repartir los trocitos entre sus amigos murcianos, cántabros y pucelanos, los mismos que desde su casa, y sin haber pisado Cataluña más que para hacer turismo, afirman que estamos al borde de la Guerra Civil, que en las Ramblas hay trincheras y que los separatistas dan el toque de queda a las 7 de la tarde. El Partido Popular ha obtenido así un discurso de los más completo, en la línea de las enseñanzas de Goebbles. Aunque los catalanes no somos los Sabios de Sión, o la conspiración judeomasónica internacional, Mariano, Pedro J., Federico y compañía se han bastado para describir el principado como poco menos que la puerta del infierno en la tierra, y Zapatero como el loco que pretende lanzarnos de cabeza a ella.
Desde Cataluña, mi opinión es que este panorama ha acojonado, y mucho. Porque hay que tragarse un sapo de dimensiones pantagruélicas para ir a votar socialista después de las patadas en los mismísimos que han caído desde Ferraz. La sorna con que se han tratado los temas del AVE y cercanías sólo tienen parangón con el desprecio mostrado ante el afán por ampliar el aeropuerto del Prat, sin olvidar tampoco eso de que “aprobaré el estatuto que apruebe el parlamento”, afirmación cuya ruptura demuestra la patente debilidad del gobierno autonómico ante un Ejecutivo central que hace y deshace pasando olímpicamente de lo que digan las demás instituciones políticas, por muy democráticamente que hayan sido elegidas. Más allá de lo buenas o malas que sean las decisiones tomadas, el hecho es que el gobierno central ha pasado olímpicamente de la Generalitat, esto es, se ha pasado el sistema autonómico por el forro de los mismísimos. Pero tanto da, los socialistas han batido el récord de votos y quienes le han votado son catalanes, no cántabros o murcianos. ¿Por qué? En mi humilde opinión porque no tenían otra opción, porque la alternativa era muchísimo peor. Porque si ahora que estamos mal nos sale un presidente que dice que hemos estado robando por doquier, el resultado puede ser un recorte aún mayor de las inversiones –si eso es posible sin hundir la base económica de la región- junto a un ninguneo absoluto de las instituciones autonómicas.
Y aquí el todo se ha hecho uno. Si tenemos en cuenta que ERC e ICV se han limitado a decír “Sí Bwana” a todo lo que viniera del PSOE en Madrid, y que tal como están las cosas el resultado final podía decidirse en un puñado de parlamentarios, los catalanes han votado PSOE como quien se queda en cama en pleno verano porque ha pillado un resfriado. Mal menor.
Cataluña ha pasado de ser la merienda del PP a convertirse en rompeolas del socialismo. Zapatero sigue hoy vivo gracias a los catalanes, que han votado con plena consciencia de ello. No porque les guste, ni porque esperen nada de él, puesto que hasta el más crédulo ha salido escaldado de los brindis al Sol de ZP. Simplemente por el miedo que da el Partido Popular, se ha escogido al PSOE como paraguas, pero que no se hagan ilusiones, que no se imaginen estos señores que estos resultados suponen un espaldarazo a su, cuanto menos, mediocre gestión. La gente ha votado socialista porque temía una victoria popular, lo ha hecho como quien compra un coche barato de segunda mano porque lo necesita para trabajar, porque no hay más narices. Que ya sé que este coche es una mierda, pero no tengo dinero para otro, lo necesito y ni siquiera tengo tiempo para encontrar un ofertón. Es lo que hay majete, y si no te gusta sólo queda Rajoy, o sea, sin coche y sin empleo, y encima estás en paro por gandul, porque no te ha dado la gana.
Tocará esperar a las próximas elecciones para ver si acierto con esta lectura. Si así fuere, es previsible un hundimiento del PSC, con resultados por debajo de las últimas autonómicas. Por cierto que un resultado así auparía a CiU a la Generalitat, y eso a ZP también le iría bien.
Veremos.